Frankenhooker, comedia de terror y prostitución

En 1818, una novela de prototerror conmocionó a la sociedad inglesa de la época. Su autora era una joven apenas mayor de edad, Mary Shelley, casada con uno de los poetas más conocidos del país. De familia intelectual y con una madre muy feminista, Mary siempre se mostró muy interesada en todo lo que tenía que ver con el arte, y especialmente, con la escritura. Se cuenta que fue en unas vacaciones en Suiza, en Villa Deodati, propiedad de Lord Byron, donde tuvo la idea de crear su primera novela. El anfitrión les pidió a los presentes imaginar un cuento de terror para acabar con el aburrimiento del verano de la ceniza. Y Shelley tuvo esa noche un sueño, en el que un cadáver volvía la vida a través de estímulos eléctricos. Una idea muy osada para la época, que ella además vistió de crítica social, haciendo que el monstruo fuera precisamente el personaje más humano.

Hablamos, como todos ya habrán imaginado, de Frankenstein o El Moderno Prometeo, sin duda una de las obras de terror más importantes de todos los tiempos. La forma en la que Shelley desarrolló la historia, de manera epistolar y con testimonios de terceros, sirve para poner cierta distancia sobre unos hechos que sin duda dejan marcado a cualquier que los lee. La necesidad del doctor Victor Frankenstein de jugar a ser dios, devolviendo la vida a un cadáver a través de la electricidad, causó mucha polémica en su momento. La manera en  la que la sociedad veía al monstruo, con unas cualidades casi infantiles, frente a su deseo de venganza y su terror a lo desconocido, marcaron las pautas para muchas otras obras. Y no es extraño que Frankenstein sea, seguramente solo por detrás de Drácula, el mito terrorífico más versionado en otras artes como el cine o la televisión. Ya sea de forma directa, con adaptaciones de la novela, o indirecta, con películas como Frenkeweenie de Tim Burton, el mito del moderno Prometeo sigue más vivo que nunca. Incluso cuando el terror y el humor negro se acercan en productos tan insólitos como Frankenhooker.

Una película de serie B

Los años 80 fueron una era dorada para el cine de terror. Al menos en lo que a cine de serie B se refiere, claro está, porque los “entendidos” siempre afirmaran que los 70 fueron mucho mejores en calidad. Las producciones baratas y rentables coparon las taquillas, y el éxito del cine slasher a principios de la década propició que muchas productoras se lanzaran a grabar este tipo de filmes. El argumento, en realidad, era lo de menos. La gente solo quería pasar un buen rato y llevarse algún que otro susto. Y si de paso salía alguna chica desnuda, mejor que mejor. El cine de explotación se hizo tan popular que incluso productos como esta Frankenhooker tuvieron su hueco en las carteleras y sobre todo, en los videoclubs. Era el lugar natural para una producción que nacía ya con la filosofía de pasarlo bien gastando el menor presupuesto posible.

Un argumento absolutamente surrealista

Frankenhooker, también conocida como Vicios Diabólicos en algunos países de habla hispana, es una versión libre del mito de Frankenstein. Muy libre, debemos decir, porque es cierto que aunque la película tiene algunos toques de terror (más bien de gore), se trata básicamente de una comedia muy negra. Negrísima, si nos atenemos a su premisa y al desarrollo de su argumento. La historia se centra en Jeffrey, un joven electricista que también tiene como hobby la bioquímica, algo natural en aquellos tiempos, por lo que se ve. En la fiesta de cumpleaños de su padre, Jeffrey le regala una cortadora de césped que él mismo ha mejorado, para darle más potencia. La desgracia sobreviene cuando Elizabeth, su encantadora aunque alto torpe novia, muere mutilada al ser arrollada por la propia cortadora.

Lejos de apenarse, Jeffrey entiende que todavía tiene una posibilidad para conseguir que su preciosa novia vuelva a la vida. Solo necesita recuperar partes de su cuerpo y reanimarla con  una tormenta eléctrica que ocurrirá dos días después. El proviene es que el cuerpo de la chica quedó bastante dañado, y nuestro protagonista es incapaz de recomponerlo por completo. Faltan algunas partes y extremidades, y si no las consigue, su novia no podrá revivir. Dispuesto a todo por recuperarla, Jeffrey decide acudir al barrio rojo de la ciudad, donde las prostitutas servirán de víctimas perfectas para conseguir el resto de miembros que necesita. Es así como empiezan una serie de crímenes y asesinatos entre lo morboso y lo desagradable, para conseguir recuperar a su novia, aunque sea con partes de prostitutas.

Prostitución, sexo y desnudez

La película apareció en 1990, justo en el cambio de década, cuando el cine de serie B ya empezaba a palidecer frente a las grandes producciones que llegaban. Estamos hablando del mismo año en el que El Silencio de los Corderos consiguió llevarse el Oscar a Mejor Película, algo casi insólito para una cinta de terror. La diferencia entre ambas producciones es abismal, pero es que Frankenhooker no jugaba en la misma liga que la película de Demme. Simplemente era un divertimento sin pretensiones donde la productora Shapiro aspiraba a llegar al máximo número de personas posibles con un presupuesto muy escueto. La película no se puede tomar en serio, porque está llena de chistes, gazapos y un humor muy negro que tal vez no conecte con todos, pero es refrescante.

La propia premisa llevará al protagonista a tener varios encuentros sexuales con prostitutas, convirtiendo el filme casi en una parodia de Jack el Destripador. La intención de Jeffrey es encontrar a las putas más especiales, a las más atractivas, para crear una versión mejorada de Elizabeth, ya que tiene que recomponerla. El sexo está presente durante todo el filme y por supuesto, aparecen muchísimas actrices desnudas, algo que era bastante habitual en el terror de finales de los 80. La forma en la que se refleja la prostitución tampoco puede ser tenida en cuenta como algo serio, puesto que estas chicas funcionan como simples víctimas. Eso sí, el prisma de matar a prostitutas porque son el escalafón más bajo de la sociedad queda claro ya en el propio pensamiento del chico.

Film de culto para muchos

No es una obra maestra del cine de terror, pero Frankenhooker logra con creces lo que pretendía: hacer disfrutar a los amantes de la serie B de algo muy divertido. Es una película con mucha gracia si consigues conectar con ese humor negrísimo que tiene, y además está muy bien grabada y producida para su presupuesto. La música es interesante, y algunas interpretaciones, ya sea por originales o directamente por sobreactuadas, son memorables. Esto ha hecho que Frankenhooker se convierta en una de las comedias de terror favoritas para muchos, sobre todos los que entienden que la serie B no puede competir con el cine comercial. Si te gustó el humor de Bitelchús pero esperabas algo más de intensidad, terror y diversión, esta película te encantará.

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